viernes, 3 de julio de 2009

A mi querido Sócrates

No dejo de recordar aquello que me dijiste con un tono manchado de cierta tristeza: “no creo que sea capaz de enamorarme nunca”. Presiento que esa creencia a veces enturbia tus pensamientos y sentimientos hacia tu “niña”.

El enamoramiento, por muy bello que lo pinten, no deja de ser una “enfermedad” basada en una enajenación mental y física transitoria. NO quieres realmente a la otra persona, sino que estás locamente enamorado de lo que tú crees que es esa persona.

No negaré que ese sentimiento, que esa enfermedad es maravillosa, el torbellino de sentimientos en el que se vive, ese estado de enajenación, de pasión…es increíble e insustituible.

Pero no debe ser la base de una relación seria. El enamoramiento no te deja ver la verdad, anula la vista, anula los sueños, anula lo que de verdad te importa y te deja totalmente vulnerable a los inconstantes vaivenes febriles.

Y eso, mi queridísimo amigo, no puede ser el fundamento de una relación.

Creo que el principal pilar de una relación es el que tú y ella poseéis.

Un conocimiento mutuo, una admiración mutua y unas enormes ganas de cuidaros mutuamente.

No sois uno, no os habéis anulado para transformaros en un único ser, en un “nosotros” sino que sois dos, un tú y un yo, una suma perfecta gracias a la cual vuestra compañía y amor os enriquecen como personas. NO hay destrucción, no hay anulación sino que hay creación. Y es ahí, mi querido amigo, donde surge y crece el verdadero amor.